Una tradición rica y muy poblana.

¿Alguien que se diga poblano y que no conozca o no haya probado el famoso camote? sin dudas es casi imposible, un dulce típico que encuentras en todo el estado y en cualquier esquina. Mencionado en albures, en partidos de fútbol, por guías turísticos y hasta en la central de camiones es clásico escuchar que te lo ofrecen por lo menos una vez a la semana.

Para quienes no conocen el camote es un tubérculo que se cultiva desde hace más de 8000 años en el continente americano. En cuanto a la historia del dulce en Puebla existen varias versiones que apuntan al siglo XVII y ¿quienes creen que fueron las culpables? en efecto nuevamente aparecen las mojitas que experimentaban siempre con distintos ingredientes para lograr creaciones que hoy podemos disfrutar.
Entre estas versiones las más importantes que les compartimos son:

 

 

La primera cuenta que en un Pueblo, cerca de la Ciudad de Puebla, había un convento de monjas dedicadas a la enseñanza para niños. Cierto día, uno de estos ideó gastar una broma a una monja que tenía una olla al fuego. Para hacerlo cogió un camote, lo echó a la olla, lo revolvió con azúcar y lo batió para que se formara una masa que fuera difícil de quitar a la hora de lavar. Al poco rato llegó la monja, probó la revoltura y le gustó. De esta forma se hizo el dulce de camote.

La segunda versión cuenta que de Oaxtepec, (en el actual estado de Morelos), llegó una muchacha llamada María Guadalupe, con el fin de ordenarse en el convento de Santa Clara de Jesús. Cierto día, pensó enviarle un regalo a su padre, fue a la huerta del convento, recogió algunos camotes y los coció. Los revolvió con azúcar, raspadura de limón e hirvió todo hasta formarse una masa. La retiró de la lumbre, esperó a que se enfriara e hizo con ella dos cilindros de dos centímetros de diámetro por 15 de largo. Esperó a que se secaran, los envolvió con papel y los envió a su padre, iniciándose así una gran tradición.

La tercera versión, todas las monjitas de la época colonial, su sustento diario provenía de las donaciones que las personas acaudaladas de la época hacían a sus conventos. Sin embargo, lo que siempre existía a la mano, por lo barato de su precio, era el camote. Así que un día, un alto ministro de la iglesia católica, estaba a punto de visitar uno de esos conventos, y una novicia tuvo la genial idea de darle literalmente al visitante “camote” como postre.

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