Para la mayoría de la gente, el cuidado de la imagen personal forma parte de su estilo de vida. Esto se observa, sobre todo, en las mujeres que trabajan y que pueden darse tiempo para consentirse. Ellas cuidan su dieta, hacen ejercicio y son fuertes demandantes de productos y servicios de belleza. Pero el género masculino no se queda atrás. Especialistas, consultores y dueños de salones de belleza coinciden en que actualmente, cada vez hay más que asisten a un spa de manera frecuente. Además, es más común verlos consumir cremas, geles, masajes y hasta depilaciones permanentes. Por otro lado, esta misma tendencia positiva se observa en el arreglo personal para eventos sociales, que representa un mercado que siempre demandará los servicios de los expertos.
El cuidado de la belleza es una industria en constante crecimiento, generadora de grandes volúmenes de venta y autoempleo, incluso, en épocas de recesión. Así lo demuestra el crecimiento del 5.6% que mantuvo en los últimos cinco años en el país, al pasar de 96,000 establecimientos en 2006 a 152,800 al cierre del 2010. En conjunto, estos negocios registran más de $1,200 millones por ventas al mes, con lo que se proyecta un crecimiento anual del 7.2% para los próximos años, señala la Cámara Mexicana de la Industria del Embellecimiento Físico (Camief).
El sector está conformado en su mayoría por micro, pequeñas y medianas empresas (MiPymes) de entre 40 y 60m2, sin contar las salas de belleza existentes en la economía informal, de las que se calcula que casi el 50% son personas que trabajan a domicilio. Sin embargo, se trata de un mercado al que todavía le falta mucho por explotar, en comparación con países como Japón, que posee más de 500,000 negocios de este tipo, explica Rocío López de Muriedas, directora general de la Camief.
Este potencial de desarrollo se debe a la diversificación del sector, que dio lugar a los spas y a negocios especializados en uñas o depilación. Mientras que las estéticas enfocadas a los segmentos de nivel socioeconómico alto optaron por integrar los servicios para piel y cabello en establecimientos de mayor tamaño. Bastó con meter cabinas de masaje o cámaras de bronceado para que se convirtieran en centros de belleza.
Hoy, además de la peluquería tradicional que abarca el corte, tinte, luces, peinado y alaciado, en estos centros también se ofrecen servicios de manicure y pedicure junto con tratamientos faciales y corporales, como limpieza de cutis o masajes reafirmantes, a los que se suman las técnicas de relajación y bienestar de un spa con envolturas, hidrataciones o aromaterapia. Al contar con estos servicios complementarios, se cubren todas las necesidades del cliente, generando mayores ingresos.
Este modelo de negocio factura semanalmente arriba de $100,000 al arranque, mientras que los locales de más de 100m2 con una plantilla mayor a 30 empleados, alcanzan $250,000 en sus primeros años. Una vez consolidado, sus ventas mensuales rebasan los $1.5 millones, cuando atienden hasta 60 o 70 clientes diarios, especialmente los sábados y días de quincena, señala la cámara. En esta industria se obtiene un máximo de utilidad de entre 15 y 20% (después de impuestos).
La principal ventaja de combinar varias especialidades en un solo lugar es que el cliente por lo general decide usar más servicios de los que inicialmente desea. “Por ejemplo, quien va a hacerse un corte también se arregla las manos y pies o quienes salen de un facial con el cabello desarreglado pasan a la estética”, afirma Monique Navarro, esteticista y cosmiatra, que hace cuatro años emprendió Beauty Palace, un prestigiado centro de belleza con sede en la ciudad de Monterrey, Nuevo León que, en una primera etapa, ofrecía servicios de cuidado de la piel.
Debe estar conectado para enviar un comentario.