Hace algún tiempo, un joven curioso e imaginativo llamado Manuel Jiménez soñó con criaturas fantásticas, mezcla de mamíferos, aves y reptiles, él les dio el nombre de Alebrijes, sin saberlo, o imaginárselo, dio vida a toda una tradición y una identidad para todo el pueblo de San Antonio Arrazola en el estado de Oaxaca.
La fama de estos extraños personajes, salidos de la imaginación de mentes libres y bastante creativas se ha extendido por todo México y se hizo popular gracias a tres artesanos: Arsenio Morales, Andrés Ramírez y Miguel Ramírez quienes trabajaban con Álvaro Obregón y expandieron a muchos territorios las figuras artesanales del Oaxaqueño.
La palabra de “Alebrije” viene de la lengua gitana caló y significa cosa enredada difícil y de tipo confuso o fantástico.
Los alebrijes comienzan a tener vida desde que la madera de copal es cortada por el artesano, se elaboran de esta madera ya que al estar recién cortada es blanda y moldeable, pero al secarse se vuelve muy fuerte, por este hecho no debe pasar más de una semana desde el corte hasta que la figura está completamente tallada.
Se llegan a tallar toda una infinidad de modelos que van desde animales, plantas, humanos, hasta seres de otro mundo, todos ellos fusionados para crear una criatura fuera de este mundo y con una mística belleza encerrada en su majestuosidad.
Ya que la figura esta lista, se pasa a pintar con pinturas de acrílico, se utilizan en la mayoría de los diseños colores fosforescentes y llamativos, los alebrijes nacen de cada artesano que es quien se los imagina, lo que los convierte en piezas de arte únicas e irrepetibles.
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