El balché se servía en los antiguos ritos ceremoniales mayas, se trata de un atole a base de maíz y el balché, un néctar que se obtenía de la fermentación de la corteza del árbol del mismo nombre y que se endulzaba con maíz o anís. En nuestros días, el balché aún se consume en Quintana Roo, Yucatán y Tabasco. Los antiguos chontales de Tabasco ofrendaban la bebida a supuestos duendes, dueños de monte que cuidan la milpa y a los animales domésticos.
El balché era muy importante para los mayas. Debido a su naturaleza pagana, tras la llegada de los españoles se prohibió su consumo para inducirlos al cristianismo. No fue hasta que un nativo llamado Chi convenció a los conquistadores de que el balché poseía cualidades curativas y que la alta mortandad de indígenas se debía a la prohibición del néctar. Fue así como se levantó la prohibición y la los rituales volvieron a realizarse.
Los nativos de la selva Lacandona creían que los dioses habían sido los primeros en embriagarse con el balché y decidieron emularlos y vivir la misma experiencia. A través de oraciones, los lacandones preparaban la bebida acompañados de varias personas quienes rezaban y bebían hasta el amanecer.
Es muy común encontrar el balché en los altares de muertos que elaboran los mayas de hoy para el Día de Muertos o Hanal Pixán. Se sirve en jícaras y su frescura alivia la sed del trópico. Es posible que lo puedas saborear también si participas en una ceremonia de temascal en el sureste, ya que lo ofrecen como bebida ritual.
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