Delicioso, tradicional y gran antojo que es conocido como un dulce típico tapatío creado en las cocinas del Hospicio Cabañas, construido y fundado este recinto por el Obispo Ruiz Cabañas como casa de caridad y que ahora en la actualidad esta edificación alberga un importantísimo centro cultural icono de la ciudad Guadalajara, pues posee la valiosísima obra del maestro y pintor Orozco y su hombre de fuego.
Cuando dicho obispo construyó y creó este hospicio su cometido fue crear un espacio en donde se les pudiera dar alojamiento a todos los niños y niñas de la ciudad huérfanos y desamparados, viendo las condiciones de salud en que llegaban los niños a este lugar una monja que era encargada de la cocina de apellido Jericua o Jérica pues el dato es incierto , pensó en crear un alimento alto en proteínas pero que a la vez fuera muy rico y atractivo para que los niños quisieran comerlo y a si con las propiedades de dicho alimento poder ayudar al estado de estos niños , y fue así como elaboro un postre a base de huevo con su alto valor proteínico, leche rica en calcio y azúcar para aportar energía, le dio un toque con canela en vara y un poco de vainilla y lo horneo, pero con tanto ajetreo en la cocina por el tener que dar de comer a tantísimos niños el postre que había metido a hornear fue olvidado y este al momento de sacarlo estaba quemado de la parte superior la monja sin decepcionarse de su creación decidió probarlo y cual va siendo su sorpresa que el sabor de la corteza quemada del postre le daba un sabor único y especial a su creación y fue tanta la aceptación entre los niños y las monjas del orfanato que poco a poco se fue extendiendo su popularidad en las colonias de Guadalajara tanto que hasta nuestros días es consumido a diario por los tapatíos. Y en honor a la monja Jérica se llamaron jericallas.
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