Las piñatas son parte esencial de la Navidad en México y están consideradas como una de las artesanías más bellas del país. Difícil sería imaginar las posadas sin estas coloridas decoraciones de barro -generalmente conformadas por siete picos- rellenas de frutas, como tejocote y caña de azúcar, o de diversas variedades de dulces.
Esta tradición llegó a México en el siglo XVI, por medio de los españoles. Se dice que surgió en Italia donde se regalaban ollas llenas de regalos a los trabajadores durante las fiestas de la Cuaresma. Sin embargo, los europeos en la Nueva España adaptaron esta práctica a las celebraciones decembrinas como medio de evangelización, atribuyéndole un significado distinto: el demonio y los siete pecados capitales que hay que “romper”.
En territorio mexicano, la piñata tuvo sus orígenes en Acolman, Estado de México, cerca de Teotihuacan. De acuerdo con la tradición, en el Ex Convento de San Agustín de este pueblo se elaboró la primera piñata tal como hoy la conocemos. A la olla de barro traída por los misioneros, se le agregó papel de china de colores para hacerla más vistosa y representar a los placeres superfluos. Por otro lado, los picos que simbolizan los pecados capitales, debían ser destruidos con los ojos vendados (haciendo alusión a que la fe es ciega), con la ayuda de un palo que demuestra a la virtud terminando con las tentaciones.
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