México en un mural: mil colores, hermoso,bullicioso,alegre.

El corazón del Palacio Nacional en la ciudad de México, guarda con orgullo la obra pictórica del muralista Diego Rivera, espacio que causa admiración a propios y extraños. Se encuentra en el cubo de la escalera principal del Patio Central, a lo largo del corredor norte y en un pequeño tramo del corredor oriente del primer piso del mismo patio.

En los años veinte del siglo pasado el artista fue convocado por el encargado de la cartera de Educación Pública, José Vasconcelos, para narrar la epopeya del pueblo mexicano a través de la pintura. La mayor parte de los mexicanos era analfabeta así que el muralismo, además de ser una técnica formidable para espacios abiertos, se convirtió en una herramienta didáctica para transmitir, por medio de trazos muy precisos, mensajes a quienes los contemplaban. Entre los artistas mexicanos representativos del muralismo se encuentran, también, David Alfaro Siqueiros y Clemente Orozco.

Diego Rivera inició su pintura en 1929 en el cubo de la escalera principal de Palacio Nacional, donde resumió su concepción de la historia de México: en el ala norte de este cubo rescató la cultura tolteca como una civilización gloriosa representativa de la época clásica prehispánica. En la parte central se ubica un hombre blanco y barbado, rodeado de su pueblo: se trata del sacerdote Quetzalcóatl, quien enseñó a su pueblo artes, oficios y leyes justas para sus habitantes. Los conflictos generados con otros pueblos obligaron a este hombre a embarcarse hacia el oriente, escena que se aprecia en la parte superior de este espacio; en la zona central Rivera plasmó un sol invertido y enseguida un volcán en erupción (a propósito de la decadencia de las culturas prehispánicas después de la conquista española), de donde sale el dios Quetzalcóatl en forma de serpiente emplumada, su significado en náhuatl.

En la enorme zona media del mural se representan distintas escenas de la historia de México: en el centro un águila con el símbolo de la guerra y la vida en el pico; bajo ella la conquista armada de los españoles sobre Tenochtitlán; la conquista espiritual (franciscanos evangelizando, dominicos gobernando el Santo Oficio de la Inquisición); hay cinco arcos con escenas del México independiente: la intervención norteamericana de 1847; la segunda intervención francesa y el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo; la Reforma liberal de 1857; la lucha de independencia de 1810 y la revolución mexicana de 1910.

 

El espacio sur de este cubo está reservado a los ideales socialistas de Diego Rivera: en él se aprecia la transformación de la sociedad mexicana capitalista de su época en una sociedad socialista por medio de la lucha armada por parte de campesinos y obreros contra la propiedad privada de los medios de producción de las burguesías mexicana y extranjera, así como la educación obligatoria por parte del Estado mexicano a sus habitantes de todas edades y condiciones sociales como elemento de transformación intelectual ante el opio de las sociedades que representa la iglesia católica. El final de este espacio lo corona un sol naciente y el mismo Carlos Marx señalando a un campesino, un obrero y un militar la igualdad que permite un Estado socialista para el pueblo.

 

El corredor norte está reservado para distintas escenas de la vida cotidiana prehispánica en diferentes tiempos de las culturas mesoamericanas; el recuento que hace de ellas denota un gran conocimiento por parte del artista de aquel periodo; las escenas son: el mercado de Tlatelolco, con sus habituales transacciones a través del trueque; el cultivo del algodón y su teñido animal y vegetal; el trazo de caminos; la interpretación de oráculos; el arte de la orfebrería y el arte plumario; el pago de tributos en especie; el cultivo de cacao, maíz y el extracto de la savia del árbol de hule y del pulque; la construcción de bases piramidales, y la tradición sagrada del rito del “volador”. El último panel decorado por Rivera se encuentra en el corredor oriente y es conocido como “El desembarco de los españoles”, donde plasmó la decadencia del espléndido mundo prehispánico después de la conquista española, reflejada en la mezcla de razas, las enfermedades, la llegada de la esclavitud negra, la llegada de animales de granja europeos, en fin, el cambio del sistema de producción.

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