Para celebrar el Centenario de la Independencia de México, a principios del siglo XX y como parte del programa de obras que buscaba embellecer la ciudad, el entonces presidente Porfirio Díaz encargó al arquitecto italiano, Adamo Boari, el levantamiento de un nuevo Teatro Nacional que remplazara al antiguo. El proyecto fue coordinado por la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, y tuvo distintas fases de construcción. En la primera, de 1904 a 1912, se realizaron los cimientos y el exterior del edificio. Boari siguió los parámetros del “Nuevo Arte Decorativo Moderno”, conocido internacionalmente como art nouveau. En la estructura del edificio utilizó acero y concreto, técnica que era considerada novedosa; y revistió el esqueleto metálico de mármol. Las esculturas de la fachada, todas en mármol de Carrara, representan a las bellas artes y fueron encargadas a artistas extranjeros.
El plazo para concluir las obras era de cuatro años, sin embargo los trabajos no se finalizaron debido a que las características del suelo no soportaron la estructura del edificio y el presupuesto inicial fue excedido. Finalmente, con el estallido de la Revolución en 1910, la construcción fue interrumpida. Los trabajos se reanudaron en 1928, con el arquitecto mexicano Federico Mariscal como director de obras. Esta segunda etapa se distinguió en el desplazamiento del estilo art nouveau por el art déco y en el uso de materiales como ónix y mármol para los acabados del vestíbulo e interiores. De 1932 a 1934, el ingeniero Alberto J. Pani, entonces Secretario de Hacienda impulsó la última etapa de construcción. Se transformó a manera que funcionara como foro nacional para las artes escénicas y plásticas. Fue entonces cuando recibió el nombre de Palacio de Bellas Artes. Finalmente, el 29 de septiembre de 1934 con el presidente Abelardo Rodríguez en el gobierno, el Palacio de Bellas Artes se inauguró como un recinto único en su género.
Inaugurado bajo el nombre de Museo de Artes Plásticas, el 29 de noviembre de 1934, fue el primer museo de arte en México, es decir, el primer recinto cultural dedicado a exhibir objetos artísticos para su contemplación. En su acervo se incluían piezas desde el siglo xvi hasta los murales de 1934 de Diego Rivera y José Clemente Orozco, así como una sala de escultura mesoamericana, otra de estampa mexicana y un Museo de Arte Popular, que albergaba la colección de Roberto Montenegro. En 1947, aprovechando la creación del Instituto Nacional de Bellas Artes, el museógrafo y promotor cultural Fernando Gamboa modificó el proyecto en el Museo Nacional de Artes Plásticas. A su vez, incorporaba un amplio panorama de arte mexicano, un nutrido programa educativo y un vasto plan de publicaciones que promovía a distintos niveles la riqueza artística nacional.
Con motivo de la Primera Bienal Interamericana de Pintura y Grabado, en 1958, el Museo Nacional de Artes Plásticas se remodeló transformándose en el Museo Nacional de Arte Moderno. Este fenómeno fue fundamental, no sólo en la vida del Museo, sino también en la conformación de los acervos del Instituto, ya que se estableció un programa recurrente de adquisiciones de obra artística. Con la construcción del Museo de Arte Moderno (mam) en 1964, se trasladó el acervo resguardado en el Palacio. Asimismo, la creación sucesiva de la hoy desaparecida Pinacoteca Virreinal de San Diego, del Museo de San Carlos y del Museo Nacional de Arte reordenó los acervos del Instituto, dando como resultado la configuración de las pautas de cada museo. A partir de 1968 se conoce a las salas de exhibición del Palacio como Museo del Palacio de Bellas Artes, que no solamente fue el primer museo dedicado a la producción plástica, sino también fue el origen indiscutible del sistema de museos de arte en México. Desde entonces, el museo se ha encargado de constituir la principal plataforma de acción y espacio de exhibición de artistas nacionales e internacionales. De la enorme colección que albergó durante la primera mitad de su historia, el Museo del Palacio de Bellas Artes actualmente exhibe de forma permanente 17 obras murales de siete artistas nacionales ejecutadas entre 1928 y 1963, mantiene un intenso programa de exposiciones temporales, así como un extenso programa académico.
Debe estar conectado para enviar un comentario.