Este destino de aire nostálgico es un tesoro en medio del desierto. Durante el Virreinato y tiempos de Porfirio Díaz vivió de la minería, hoy es un magnífico escenario para cineastas y turistas en busca de silencio y ambiente místico.
Enclavado en el semidesierto guanajuatense, Mineral de Pozos −conocido por su misterio− fue abandonado dos veces por sus habitantes desde su fundación. Sin embargo, este Pueblo Mágico renació gracias a la llegada de gente proveniente de lugares lejanos y de los descendientes de los antiguos mineros que rescataron las viejas casonas, plazas y callejones.
En los alrededores, conserva los vestigios centenarios de las minas y haciendas que recuerdan la riqueza de sus vetas argentíferas y auríferas. Desde los profundos túneles que lo atraviesan, los visitantes podrán escuchar los rumores de las leyendas e historias de esta solitaria tierra.
Mineral de Pozos fue originalmente un asentamiento chichimeca hasta la llegada de los españoles que lo fundaron en el siglo XVIII dedicándose principalmente a la agricultura. Sin embargo, a partir del descubrimiento de la mina de Santa Brígida (que alojaba oro, plata, cobre, plomo, zinc y mercurio) este pequeño poblado se convirtió en un importante centro dedicado a la explotación minera hasta el abandono causado por los movimientos de Independencia y, más adelante, por la Guerra Cristera.
No fue sino hasta la década de los 90 cuando resurgió como potencial turístico en parte por el misterio que genera el título de “pueblo fantasma” y también por la construcción de pequeños hoteles boutique y galerías de arte.
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