El Museo Nacional del Virreinato es uno de los pocos existentes en el país, que puede considerarse como un logrado concepto de un museo dentro de otro, pues por una parte el recinto que lo aloja constituye una importante muestra arquitectónica del barroco en México durante el siglo XVIII y por la otra reúne una atractiva colección de importantes objetos que fueron creados durante el periodo virreinal.
El gran edificio que lo aloja es poseedor de una larga y complicada historia que se inicia a fines del siglo XVI con la llegada de los religiosos de la Compañía de Jesús con el objeto de establecer un noviciado, en el lugar que hoy es Tepotzotlán.
Aunque ya existía una pequeña parte del colegio, la construcción se vio reforzada por una decisión testamentaria de don Pedro Ruiz de Ahumada que fue instituido como patrón del noviciado. Las obras de edificación que incluían el colegio y su templo anexo se iniciaron hacia el año de 1606 y se continuaron por espacio de muchos años, pues algunas partes del templo fueron concluidas apenas cuatro años antes de que los jesuitas fueran expulsados de la Nueva España.
La vasta colección que expone el Museo Nacional del Virreinato abarca principalmente un extenso número de expresiones religiosas que se manifestaron en el campo de la pintura, la escultura y las artes menores y aplicadas.
Después del acceso al Museo Nacional del Virreinato, se encuentra el primer claustro, conocido como Patio de los Aljibes, en cuya planta baja se expone una serie de 16 magníficos óleos realizados por el afamado pintor novohispano Cristóbal de Villalpando. Entre ellos se plasman paisajes importantes de la vida de San Ignacio de Loyola.
En la misma parte baja de este claustro se distribuyen una serie de pequeñas salas que fueron adaptadas en los espacios del colegio. En ellas se expone un sinfín de objetos que comprende distintos periodos históricos, desde los viajes de Cristóbal Colón realizados entre 1492 y 1503, hasta la consumación del proceso de colonización del territorio mexicano, pasando por la ruta de Cortés, la primitiva división territorial de la Nueva España, la conquista espiritual, el crecimiento económico del país en la época de la Colonia, las expresiones arquitectónicas y los estilos desarrollados, y la mezcla de las razas, entre muchos otros.
En cada una de ellas se pueden observar una gran cantidad de objetos de la vida diaria de aquel entonces y paneles explicativos, amén de extraordinarias muestras artísticas con temas religiosos como pinturas realizadas por maestros como Martín de Vos, los Echave, Nicolás y Juan Rodríguez Juárez, el propio Villalpando y Miguel Cabrera, además de una gran cantidad de óleos anónimos de los siglos XVII y XVIII; hay también esculturas, vestidos, mobiliario, joyería de oro y plata, vidrio y cerámica.
Entre las áreas del Museo Nacional del Virreinato es indispensable visitar la sala de marfiles, con su bellísima muestra de Cristos y figuras religiosas esculpidas en este material y el templo dedicado a San Francisco Javier anexo al colegio, magistral obra del barroco mexicano con una hermosa fachada de cantera tallada y un excelente interior cuajado de retablos también de estilo barroco.
Diremos brevemente que la construcción de este recinto se inició en el año de 1670 y fue terminada hacia 1682 bajo la supervisión del arquitecto José Durán de Almendranejo, aunque posteriormente sufrió algunas modificaciones y reedificaciones a manos de competentes artistas del siglo XVIII, como en el caso de la portada que fue obra del arquitecto barroco Ildefonso de Iniesta Bejarano.
En lo que se refiere a su interior, también apuntaremos que los retablos que adornan el Museo Nacional del Virreinato fueron construidos hacia 1753 por el maestro tallador Higinio de Chávez y el pintor oaxaqueño Miguel Cabrera, quien además pintó algunos lienzos para las paredes del templo.
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